viernes, 11 de marzo de 2011

CUENTOS MUY CORTOS DE AMOR Y MOTOS

Por: Héctor Cademartori. 
Fuente: Revista INFORMOTO
INFIDELIDAD
José María ya se debería haber dado cuenta lo que me revienta que mire a otras. A veces se hace el disimulado, otras lo hace descaradamente. ¡Como si yo no me diera cuenta! ¿Qué se cree, que soy estúpida y además ciega? ¡Y además pone esa carita de mosquita muerta que me revienta más todavía! El otro día, en el viaje a San Antonio de Areco, cuando paramos, me di cuenta que miraba a una alemana grandota. Claro, como íbamos en grupo él se habrá pensado que yo no me avivé porque me había quedado por allá, cerca de los surtidores, pero le di la cana tres o cuatro veces y además lo vi comentando con Carlos, el que la trajo,
y si bien no escuché la conversación, seguro que hablaban de ella porque la miraban de arriba a abajo. Francamente no sé qué le ve. Tengo que reconocer que se mantiene diez puntos, pero que no se venga a hacer la chiquilina porque tiene sus añitos encima. Carlos se ve que la atiende bien. Ella es atractiva y siempre está de punta en blanco, pero podrían ser un poco más disimulados, ¿no? Después está el tano Franco. Insoportable con su tana. Esa sí que es de temer porque está muy fuerte -como dicen ellos- es un balazo
y es de las que les gusta mostrar, todo al aire, pero a José María tiene que entrarle en esa cabeza de chorlito que me debe fidelidad a mí. Yo sé que se le van los ojos por la tana y muy especialmente cuando andan delante de nosotros. Es claro, regio panorama le toca con esta loca meneándose de derecha a izquierda, mostrando todo y yo me la tengo que comer calladita la boca. Si tuviera un poquito de decencia los pasaría o se quedaría mas atrás, detrás de la flaquita de Caseros que es más modesta; pero no, ¡¡¡bien que se queda detrás de la tana y a mí me sube la temperatura hasta la línea roja!!!
Los hombres son unos babosos por cualquier cosa que respira y ya que estamos, otro asunto que nunca voy a entender es por qué miran a otras que están mucho peor que una y algunas, además, son verdaderas antiguallas que apenas si se pueden mantener paradas.
¿Alguien me puede explicar qué les ven a esas piezas de museo, por el amor de Dios? También le di la cana con la inglesita. ¿Será por el acento? Qué sé yo, la cuestión es que cuando paramos a cargar nafta una vez
en Chascomús lo vi dando vueltas muy interesado en ella. Esa es como la tana, sexy, bien formada y tiene sus atractivos, pero siempre volvemos a lo mismo, José María me debe fidelidad a mí y no tiene por qué hacerme sentir incómoda alrededor de las otras, ¡qué tanto! A mí me gusta cuando salimos solos en Buenos Aires,
por ejemplo, nos pasamos el día juntos él y yo, nadie más, excepto que aparezca alguna atorranta y chau, se
le van los ojos. Cuando salimos solos me doy cuenta de que me mira, me atiende, me acaricia, sólo tiene ojos para mí y hasta he llegado a darme cuenta de que se da corte, se da dique conmigo. Así debería ser, porque modestia aparte, yo no soy ningún bagallo, ni aquí ni en la China.
Me acuerdo aquel viaje a Mar del Plata con el grupo, ¡qué papelón me hizo pasar! Llegó un momento en que casi hago una escena allá en Los Troncos. José María se la pasó revoloteando alrededor de cuanta loca llegaba al café. Estuve a punto de inventarme algún problema y les aseguro que no nos íbamos de Mar del Plata hasta las tres de la mañana, y guarda que no se le ocurriera hacer alguna otra durante el viaje de vuelta porque te juro que nos quedábamos en el medio de la ruta hasta que a mí se me antojara. Y no es que yo sea una histérica o una paranoica, lo he comentado con otras y me dan la razón.
Ya hace tres años que andamos juntos y el debería saber que otra como yo no va a encontrar. Bien que cuando hay que mantener el ritmo del grupo jamás lo hice quedar mal. ¿Acaso no se acuerda de aquella yanqui que le hizo gastar la plata que no tenía y aún así le daba un dolor de cabeza día por medio?
Si este se cree que porque me cambia el aceite de acuerdo al manual, me pone ese producto para lustrar la pintura y me pule los cromados todos los fines de semana me voy a tragar sus infidelidades está bien equivocado. No se puede jugar así con los sentimientos, tratarla a una como un pedazo de fierro y plástico que con sólo apretar un botoncito arranca y chau. Él pone primera, segunda, tercera y las demás, y los rebajes, y las frenadas y una siempre responde, hasta cuando la pasan de vueltas o la quieren poner en marcha sin el cebador puesto. Y el señorito como si nada. Da todo por sentado.Por gusto, nada más que por gusto, me gustaría que anduviera un tiempo con la alemana o con la italiana a ver la cara que pone cuando le pasen la cuenta de los repuestos y el service. A veces viene con el grupo un señor mayor con una Norton 750
Commando 1972 que la tiene hace más de treinta años y la trata como el primer día. Es amoroso con ella. Algunas motos son unas suertudas…

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